Queda mucho por hacer, y entre lo más urgente:

1) Prolongar y completar la pesquisa de testimonios y
documentos, exigiendo mayor colaboración en los archivos,
principalmente del archivo municipal de Ciudad Rodrigo y de los archivos militares o de la guardia civil.

2) Localizar e investigar la existencia de fosas,  principalmente tratar de averiguar la probable existencia de una de ellas masiva en los Carvajales (El Payo).

3) Seguir el trabajo de explicación sobre las causas de los
asesinatos y el perfil de los responsables y ejecutores de los atropellos, sabiendo que el silencio o el olvido forman parte de la estrategia prevista en el terror inicial, con el que colaboran los negacionistas de la memoria histórica. Y en esta tesitura, exigir de los historiadores más precisión en la terminología y la valoración del terror (habría que evitar la consideración implícita de actos bélicos para lo que fueron asesinatos a mansalva al hablar de guerra civil, sin olvidar que las vícitimas no solamente lo fueron por arma de fuego, sino de torturas físicas y morales, enfermedad, desamparo, hambre, etc.), para no convertirse en colaboradores tardíos de la propaganda franquista exculpatoria de los militares, que carga las tintas sobre los falangistas, con alguna causa contra éstos (Causa 728/1937).

4) Proseguir la labor de restitución de su dignidad a los muertos por asesinato de terror militar:

 

En primer lugar, mediante la erección de monumentos a su memoria, incluidas placas con sus nombres en cada pueblo y un memorial en el puerto de Perales o en Vadocarros, exigiendo para ello, y desde ahora, a los ayuntamientos que asuman esta misión sin ambages, cediendo el terreno adecuado para el caso.


En segundo lugar, mediante la consecución de que los atropellos se incluyan entre los crímenes contra la Humanidad.