Croniquillas y necrologios  del verano y otoño sangriento de 1936 en el SO de Salamanca en su octogésimo aniversario (18/07/2016)

(Ángel Iglesias Ovejero)

 

Hoy se cumplen 80 años del inicio de la represión franquista, que duró en este territorio desde el bando de guerra (19 de julio de 1936) hasta el fin de la Dictadura, pero sus efectos se han hecho sentir hasta hoy. Por ello, como prometíamos el 14 de abril pasado, es buen momento para tratar de dar un paso más en el reconocimiento de sus víctimas, ya iniciado con el homenaje a las víctimas de Casillas de Flores el día de ayer. Con ello no se trata de fomentar el odio (¿contra quién, contra los represores muertos impunes?), como los tardo-franquistas quieren hacer creer a los incautos, al tiempo que aprovechan la ocasión para dárselas de mansos corderos y de enviar “generosos” perdones (que no les cuestan nada, porque regalan lo que no es suyo, después de haberse cobrado con creces, durante cuarenta años, las deudas a que fueran acreedores en otras partes, si es que realmente las tuvieron) y pavonearse de la buena educación que han recibido y lo buenos que son. Las víctimas republicanas de esta zona nunca fueron perdonadas, ni vivas ni muertas, sino injuriadas, negadas y olvidadas oficialmente. Ellas y sus familiares tienen derecho a una dignificación de su memoria, que es un deber que incumbe a todos los demócratas. Y para cumplirlo es necesario que éstos sepan lo que pasó, sin tapujos, hasta donde sea posible. Los negacionistas y olvidadizos pueden seguir por su camino, derramando lágrimas de cocodrilo si lo desean (en realidad ni olvidan ni perdonan, como lo prueban las cruces de los “caídos por Dios y por España”, que no fueron otra cosa que carne de cañón en una guerra promovida por Franco y los suyos, cuyas nóminas encabezan a veces el yugo y las flechas, así como el nombre de José Antonio Primo de Rivera, todos ellos todavía “presentes” en numerosos pueblos, a pesar de su ilegalidad). Nosotros seguiremos exactamente el sentido contrario: contra la negación y el olvido, sin odio, porque no tenemos adversarios ni energía para ello, y sin perdones históricos, porque no tenemos delegación de nadie para impartirlos.

A grandes rasgos los avatares de la guerra y la represión en la provincia de Salamanca han sido analizados por Santiago López y Severiano Delgado. Sobre la primera hay poco que contar. No era posible la resistencia, sin armas, contra los enemigos de la República, los rebeldes del Ejército, la Policía, los Institutos armados y las Milicias fascistas, también armadas enseguida, si es que sus miembros no lo estaban ya antes del Alzamiento, como sucedía con los falangistas y japosos (Juventudes de Acción Popular) de Ciudad Rodrigo en la primavera de 1936. El terror fue el germen del Nuevo Estado, que ya se cobró las primera víctimas el día mismo de la proclamación del estado de guerra en Salamanca (19/07/1936). Pero el conocimiento de los hechos y de sus agentes y pacientes durante mucho tiempo fue obstaculizado por el miedo y las políticas de la memoria hasta finales del siglo XX (F. Espinosa 2006): la “negación” durante toda la Dictadura, el “olvido” en la Transición (1977-1981) y la “suspensión” de actividades de reconocimiento después (1982-1996). Con la apertura de los archivos militares se pudo analizar la “represión legalizada”, pero no la “extrajudicial”, que fue la más extendida en los pueblos de la comarca mirobrigense en 1936. Este fue el motivo básico de nuestro trabajo sobre La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (recientemente editado por el Centro de Estudio Mirobrigenses y cuya presentación está prevista para el próximo día 23), que, además de los obstáculos previstos, se encontró con la cantinela de que la memoria histórica, apenas “resurgida”, ya se daba por superada y obsoleta (“¿qué queremos eso?, ya hace mucho tiempo que pasó”).

En gran medida este trabajo se basa en información oral y escrita relativa a unas sesenta localidades del SO de Salamanca afectadas por la violencia de Estado entre 1936 y 1948, período en que estuvo vigente el estado de guerra. Así se comprueba que las represalias se centraron en una veintena de pueblos, donde los represores habían detectado una fuerte implantación sindical y arraigo republicano, manifiesto en los intentos de aplicación de las reformas (sobre todo la reforma agraria) antes del Movimiento, los conatos de oposición al producirse el mismo o de desafección después. Por esta razón los ayuntamientos de las aludidas localidades fueron invitadas a colaborar en la edición del libro, cosa que hicieron las corporaciones de Aldea del Obispo, El Bodón, Ciudad Rodrigo, Fuenteguinaldo, Mogarraz y Robleda. En los otros municipios dieron la callada por respuesta (porque, al parecer, la mezquindad y el olvido son compatibles con la falta de cortesía). Tampoco quiso colaborar la Diputación de Salamanca, confirmando así que esta provincia es la más negada para el reconocimiento de la memoria de la represión en la Comunidad de Castilla y León, que tampoco ha sido pionera en ese sentido. Sin embargo, no sería justo privar a los vecinos de dichos pueblos (ni a otros posibles interesados) del conocimiento de lo que pasó en ellos a partir del 19 de julio de 1936. En consecuencia, aquí nos proponemos recordar brevemente las principales efemérides (o lo que deberían ser efemérides recordadas), a modo de crónica fragmentaria sobre la violencia ejercida contra ciudadanos indefensos, principalmente en el primer año de la guerra civil.

Las principales referencias bibliográficas son las ya mencionadas: Santiago López García y Severiano Delgado Cruz (2001): “Víctimas y Nuevo Estado (1936-1940)”. En: Ricardo Robledo Hernández, coordinador, J-L. Martín, director: Historia de Salamanca. Siglo XIX. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 219-324; (2004): “La guerra civil en la comarca de Ciudad Rodrigo”. En: La raya luso-española: relaciones hispano-portuguesas del Duero al Tajo. Salamanca, punto de encuentro. Coed. Diputación de Salamanca, Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo y Centro de Estudios Mirobrigenses, 158-161; (2007): “Que no se olvide el castigo: la represión en Salamanca durante la guerra civil”. En: Ricardo RobledoEsta salvaje pesadilla: Salamanca en la guerra civil española. Barcelona, Crítica, 99-187. Ángel Iglesias Ovejero: La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948), Centro de Estudios Mirobrigenses (2016), donde pueden verse otras fuentes y bibliografía (p. 637-663). Para detalles sobre personas represaliadas en la provincia de Salamanca se remite también a la base de datos de la Asociación de Salamanca por la Memoria y la Justicia (ASMJ): salamancamemoriayjusticia.org.

 

Los necrologios responden al objetivo de que los lectores corrijan eventuales errores y señalen detalles y otros nombres de víctimas. La operación ya ha empezado a dar sus frutos en el homenaje de las víctimas de Casillas de Flores, donde Pilar Martín ha confirmado que su tío José Martín fue una de las víctimas mortales, hasta ahora consideradas dudosas.

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