Memoria Histórica en el sur de Salamanca

por Eva Mateos Prieto (bisnieta de represaliado)

La amnesia es un trastorno de la memoria, es una enfermedad por la cual los recuerdos no pueden ser evocados y el pasado no existe. España está enferma de amnesia, lo ha estado durante muchos años. Poco a poco se va curando, va recordando sucesos de otra época, que fueron borrados deliberadamente por aquellos que no querían perder su estatus.
La amnesia también afectaba a los perjudicados por el período de tiempo borrado, obligados a olvidar o a recordar muy bajito. Pasan los años y se recupera memoria, es curioso, pero hay que recuperarla un poco más deprisa, para calmar familias, recuperar el honor perdido y compensar humillaciones pasadas, porque el tiempo se acaba para muchos, pues han pasado muchos años y la vida humana es caduca, no así su memoria.
La memoria es selectiva y suelen elaborarla quienes más ganan con ella. Innumerables actos y monumentos a la memoria de los caídos por dios y por la patria, que sólo fueron de un bando, a los del otro, dios les abandonó y se quedaron sin patria. Por ello, y por la seguridad y confianza que dan el tiempo y la estabilidad democrática son muchos los que quieren por fin recordar y dejar paso a nuevos tiempos, ya con las heridas cerradas.
Esta es la crónica de la búsqueda de un hombre asesinado el veintiocho de septiembre de mil novecientos treinta y seis, no como soldado en el frente, no como víctima del fuego cruzado en un campo de batalla o de mala suerte en una zona de guerra, sino víctima del terror franquista en la provincia de Salamanca. Por si alguien critica esta nomenclatura citaré las palabras que llegó a pronunciar el General Mola, uno de los golpistas que junto a Francisco Franco se sublevó contra el gobierno elegido democráticamente en las urnas de la República:
“Hay que sembrar el terror, hay que dejar la sensación de dominio, eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros.”

La historia de una familia vencida por la barbarie

José Prieto Martín era hijo de labradores, nació en el pueblo de Robleda al suroeste de la provincia de Salamanca en 1907. Estudió mecánica en Ciudad Rodrigo y compró un camión con el que transportaba mercancías entre el sur de su provincia y el norte de Extremadura. Los mayores siempre dijeron a sus familiares que si José no hubiese muerto tan joven habría llegado muy lejos. Con 24 años se casó con Esperanza Gallego, con la que tuvo tres hijos: José, Julio y Leonor. Cuando estalló la guerra, Esperanza estaba embarazada del cuarto, Juan. José continuó trabajando durante el verano del 36 y luego, desapareció.
En su falsa acta de defunción reza que muere en agosto de un tiro en la cabeza, del autor no se revela nada. Lo único real de este acta es el hecho de que se hizo para que la viuda pudiera volver a casarse, con un hombre, Estanislao Sousa, con el que tendría su quinto hijo, Amable, y que moriría poco después.
En aquellos momentos de terror y confusión alguien de Villasbuenas de Gata pueblo cacereño a unos veinte kilómetros de Robleda, llegó hasta la casa de la familia y entrega a la viuda un reloj y una cartera y le dice: “no te preocupes, José está en Villasbuenas”. Y esa es toda la información que tuvo la familia hasta dos mil ocho. Para esas fechas Esperanza y José, el primogénito, ya habían fallecido.

Consiguiendo recordar

En ese año comenzaron a realizarse las primeras búsquedas de represaliados en el pueblo de Villasbuenas de Gata y a través de unos conocidos, Esther Prieto, nieta de José P. M. sabe de ésto y comienza la búsqueda. Curiosamente, este año es en el que un familiar lejano decide romper su prolongado silencio y dice saber dónde está enterrado “el Camioneto”, nombre por el que se conocía a José.
La familia se pone en contacto con la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, responsable de las excavaciones y la búsqueda de las fosas en Villasbuenas y, en la primavera de dos mil nueve, comienzan a excavar. Estas excavaciones no se ven paralizadas por las decisiones judiciales y todo el revuelo en los juzgados a raíz de las acusaciones al juez Garzón por querer esclarecer los crímenes del franquismo, afortunadamente consta como excavación arqueológica y no puede ser interrumpida por el criterio de un juzgado.
Así es como comenzaron las investigaciones, que llevaron al descubrimiento de varias fosas en el pueblo cacereño y que ayudaron a esclarecer la historia final de este hombre, ayudando a disipar la amnesia a su alrededor.